CAMINANTE HAY CAMINO

Al recorrer una parte del Camino de Santiago (70 kms en dos días y medio) pude volver a sentir en carne propia los efectos del caminar. 
Tanto los "buenos" como los aparentemente "malos"
Ya en otra entrada comenté acerca de los beneficios de una caminata consciente.

Cuando uno está en el camino, sabiendo que no puede volver atrás, van sucediendo una serie de  situaciones de auto-superación muy interesantes.
Los "primerizos" en el Camino, cometemos ciertos errores, como llevar un calzado no adecuado, calcetines que no son los correctos y una mochila demasiado cargada...
Entonces los pies se llenan de ampollas, el dolor lo invade todo y marca gran parte de la caminata (que es lo que me sucedió a mi) Para otros caminantes el dolor muscular, el de las articulaciones, las agujetas...
Nuestra mente se concentra en el dolor, sólo pensamos en eso y en quién nos mandó estar allí... Intentamos "no pensar", pero el dolor se vuelve insoportable y todo se reduce a él...
Mientras mis pies, mi mente y mi corazón querían parar y -a lo largo de tantos kilómetros-, pude imaginar lo que en algunas enfermedades se vive como dolor crónico y paralizante.  
En enfermedades como la fibromialgia, la percepción de los estímulos externos se exarcerban y se interpretan como dolorosos (aunque no lo sean para el resto de las personas).  
La sensación de incomprensión y de soledad que se puede llegar a sentir es muy fuerte.
¿Cómo superar entonces esos momentos tan difíciles? ¿Pueden ayudarnos los elementos de algunas técnicas corporales terapéuticas, ¿cómo utilizar las herramientas que tiene nuestro propio cuerpo?
En éste caso, yo utilicé la "Proyección": como la molestia principal que me invadía era el dolor por las ampollas, conecté con el "centro coronario" proyectado hacia el cielo, la alineación de la columna, mi respiración, la fuerza interior y, de esta forma, pude alivianar el peso sobre los pies y el dolor se hizo mas tolerable.
Otro elemento fundamental fueron los estiramientos, básicos para que el cuerpo se vaya recuperando a lo largo de tantos kilómetros.
Además fui conectando con lo que me rodeaba y dejé de pensar en "llegar a la meta"
 El camino, el bosque, el cielo, los colores, el canto de los pájaros, el aroma, los olores, el silencio, la belleza, los compañeros caminantes y los que pasan y te dicen "buen camino"...

En esos momentos, y a pesar de que aún las ampollas seguían estando en mis pies, 
el dolor ya no era insoportable, dejó de absorber toda mi energía y así me entregué por completo al momento presente.

"Disfrutar del camino" dejó de ser una frase bonita para convertirse en algo muy real. 





 
  

Y a pesar de que "llegar" ya no era lo único importante, 
fue muy hermoso ver, 
por fin,
Santiago de Compostela.


Y ya querer volver.

Caminante hay camino..., cualquiera que quieras elegir

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