AFRONTAMIENTO DEL DOLOR (1) "LOS TRATAMIENTOS"



Voy a iniciar una serie de entradas acerca del "afrontamiento del dolor cronificado" y trataré de desmenuzar algunos conceptos como la percepción del dolor y los factores que influyen en su umbral o tolerancia.
Como he comentado ya acerca del dolor (aquí), frente al estímulo doloroso la percepción que tenemos de él está influenciada por factores cognitivos-evaluativos, emocionales y sociales.
"Dolor crónico" se llama a aquel dolor que tiene más de seis meses de duración y ya no funciona como un síntoma que nos avisa que algo no está bien, como en el dolor agudo por ejemplo. El dolor aquí deja de ser un síntoma ya que se ha trasformado en la "enfermedad misma". Me gusta llamar a este dolor, "dolor cronificado" ya que crónico suena a algo que durará para siempre y esto no es necesariamente así. Diferentes factores combinados determinarán su evolución y afrontamiento.
Hay un concepto generalizado en el ámbito médico y también entre los psicólogos acerca del dolor llamado crónico que afirma que es un dolor que "ya no sirve para nada" en el sentido que no cumple el propósito de informarnos que algo no está bien a nivel fisiológico. Pero yo no acuerdo del todo con este concepto. Cualquier dolor sea del tipo que sea, nos indica algo. Y también nos "cuenta" algo. La clave es descifrar esa señal y comprenderla.
En esta primer entrada de afrontamiento quiero referirme a uno de esos factores determinantes en la forma en que percibimos el dolor: la conformidad con el tratamiento médico
Voy a comentar el relato de una paciente a la que llamaré Lidia (nombre ficticio), mujer de 50 años:
Lidia llega a mi consulta después de un año y medio de tratamientos con diferentes especialistas por un dolor en la parte baja de la espalda que se fue instalando en su vida para quedarse. Me cuenta su última cita con un médico generalista en el Centro de Salud de su pueblo:
 "Decidí volver a consultar con un médico generalista porque en todo este tiempo ninguno de los especialistas me ha dado un diagnóstico claro acerca de mi dolor" (me llamó la atención que se refiera al dolor que siente como "mi dolor", como si de alguna forma le perteneciera).
Sigue contando: 
"Tomé la decisión de consultar otra vez con el generalista llevándole la carpeta con todos los estudios realizados hasta ahora: del traumatólogo, reumatólogo, fisioterapeuta, osteópata, nutricionista, etc. Me habían comentado que había otro médico distinto al que me había visto hace más de un año. De hecho en mi pueblo nunca te atiende el mismo doctor... Al llegar a la sala de espera veo que hay más de 6 personas esperando. Pensé que no aguantaría sentada tanto tiempo, la gente no sabe la suerte que tiene al estar sentada sin dolor, creo que me quedaré de pie hasta que me atiendan..."
Luego de 15 minutos Lidia decide sentarse y siente un pinchazo en la parte baja de su espalda. Espera otros 15 minutos pensando que debe tener paciencia, que el sistema de la Seguridad Social está colapsado y que habrá gente que está peor que ella. Cuando escucha su nombre se pone automáticamente de pie y siente que la espalda le quema. El doctor le dice "buenas tardes, siéntese" (otra puntada como de sable). Lidia le entrega su carpeta y el doctor le dice mirando el ordenador "no hace falta eso, aquí tengo todo". A lo que Lidia responde tímidamente, que en su carpeta hay informes que son de médicos privados. El doctor dice "eso no puedo tenerlo en cuenta" y sigue con sus ojos clavados en la pantalla del ordenador, se queja de que el programa informático funciona fatal y que eso le hace perder tiempo... (ella se acomoda en la silla y siente otra puntada en su espalda y un nudo en el estómago). Le dice al médico que siente mucho dolor en ese momento y que está muy desesperada. Por primera vez el doctor quita sus ojos de la pantalla y la mira... "bueno es que debería hacer más ejercicio señora" (no le había preguntado qué hace en su vida cotidiana, cuáles son sus tareas o sus actividades de ocio y Lidia piensa -pero no lo dice-, que hace un año que va a Pilates). El médico vuelve a mirar la pantalla y dice: "Le voy a recetar un analgésico más fuerte y le daré un volante para que vaya al psiquiatra. Le vendría bien un antidepresivo porque su estado anímico influye en el dolor que siente"...
Lidia quiere llorar pero se traga sus lágrimas y sale con la cabeza gacha con "su" dolor de siempre acrecentado, un nudo en el estómago y la garganta cerrada...

Después de relatar esta situación y definirla como una "tortura" me agradece haberla escuchado todo el tiempo sin interrumpirla: "Nunca me había pasado hasta ahora que alguien me escuche de verdad" y me pregunta si es cierto eso de que el estado anímico influye para que le duela más...
Ninguno de los médicos que la vieron en todo ese tiempo le explicó la teoría de la compuerta del dolor. Tampoco le facilitaron ningún material escrito sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso respecto a la captación del peligro y de las señales que pueden resultar dolorosas.

Hace cinco meses que Lidia comenzó terapia y ahora puede entender que "su dolor" le cuenta cosas acerca de ella misma que hasta ahora estaban muy reprimidas o negadas. A través del trabajo terapéutico pudo recordar algunas escenas de su infancia que relacionó con el dolor actual.
Ya comienza a aceptar que día a día le toca afrontar qué es lo que puede o no puede hacer de acuerdo a la sensación dolorosa que tenga. Tiene "altibajos" unos días son mejores y otros son muy malos, pero ya entiende que su reacción ante esto influirá en la percepción del dolor.
Está aprendiendo a observar-se y ya puede darse cuenta de cuáles son las conductas y patrones de movimiento -esteriotipados e instalados como hábito mucho tiempo atrás-, que le provocan un empeoramiento del dolor. Comienza a disponer de herramientas que le ayudan y sigue buscando dar con el médico adecuado, no se resigna...

La conformidad con el tratamiento médico es uno de los factores sociales que pueden ser determinantes a la hora de enfrentar y afrontar un dolor que se ha cronificado. Será fundamental "combinar" adecuadamente los diferentes elementos que influyen en la percepción del dolor. Esta combinación es particular ya que depende de cada persona. No hay una única fórmula, no hay recetas mágicas o soluciones únicas. Cuando Lidia dice "mi dolor" los profesionales deberíamos entender que verdaderamente el dolor es suyo y es real. La manera de abordarlo no será igual que para otra persona. Lidia es Lidia y su dolor es su dolor...

Si en los tratamientos los profesionales respetamos y tomamos en cuenta la singularidad del paciente, sus necesidades, historia, estilo de vida, relaciones sociales, familia, ocupación, gustos y preferencias, seguramente la evolución y el afrontamiento serán positivos. 

Lidia ya lo sabe por experiencia propia (y no toma antidepresivos).



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